En los primeros años de vida, los niños y niñas sienten una gran curiosidad por todo lo que les rodea. Quieren tocar, experimentar, imitar… y, sobre todo, formar parte de lo que hacen los mayores. Este deseo natural es una gran oportunidad para ayudarles a desarrollar su autonomía, su autoestima y su sentido de la responsabilidad.
Desde el aula, promovemos estos aprendizajes a través de pequeñas tareas cotidianas que, aunque sencillas, están llenas de significado para ellos. Al terminar de comer, por ejemplo, tiran los restos a la papelera y colocan su plato en el lugar correspondiente. También guardan su botella de agua o su babero en la mochila, participan en la recogida del aula después de jugar y se responsabilizan de llevar su abrigo o su muda a su perchero. Estas acciones no solo les ayudan a adquirir hábitos, sino que también refuerzan la idea de que son capaces de hacer cosas por sí mismos y que su colaboración es importante para el bienestar del grupo. Les hace sentirse útiles y partícipes de la vida del aula, y eso tiene un impacto muy positivo en su desarrollo emocional.
En casa, también podéis fomentar esta autonomía con gestos muy simples adaptados a su edad. Pueden llevar su pañal usado a la basura, echar la ropa sucia al cesto o ayudar a poner o quitar la mesa colocando, por ejemplo, las servilletas o las cucharas. También pueden guardar sus juguetes después de jugar, llevar su mochila y su chaqueta al salir o al llegar, o intentar colocarse el calzado con algo de ayuda. Regar una planta pequeña, recoger sus cuentos tras la lectura o limpiar con un trapo una pequeña superficie son tareas que, aunque nos parezcan insignificantes, les ayudan a desarrollar la coordinación, el orden y, sobre todo, la satisfacción de hacer algo “como los mayores”.



Al principio necesitarán vuestra guía, acompañamiento y mucha paciencia. Pero poco a poco irán interiorizando estas rutinas y se sentirán orgullosos de poder hacerlas solos. Acompañar estos momentos con palabras de aliento, frases como “confío en ti”, “qué bien lo estás haciendo” o “gracias por tu ayuda” les dará la confianza que necesitan para seguir avanzando y crecer seguros de sí mismos.
En definitiva, darles pequeñas responsabilidades es una manera sencilla y natural de enseñarles grandes valores: el cuidado del entorno, el esfuerzo compartido, la organización y, sobre todo, el creer en ellos mismos. Porque detrás de cada pequeño gesto cotidiano hay una gran oportunidad de aprendizaje.