Todos los que tenemos hijos pequeños (y no tan pequeños), escuchamos muchas veces esta pregunta, tanto en casa como en el ámbito escolar (soy maestra), porque jugar les hace sentir felices, aunque, en ocasiones, hay que enseñarles a hacerlo.
El término “jugar” comprende una serie de acciones, actitudes, sentimientos y habilidades que son, en mayor o menor medida, innatos en el niño pequeño, pero que es necesario entrenar. Es su manera de prepararse para la vida adulta, de relacionarse con lo que le rodea, ya sea el medio físico o el social.
El juego se manifiesta de muchas maneras. Desde la cuna, el bebé de pocos meses descubre sus manos y “juega” a moverlas, esconderlas, explorando sus posibilidades. Con un año de vida toca, coge, tira, mete y saca, aquellos elementos que le proporcionamos en la “panera de los tesoros”. Algunos objetos suenan, otros no; unos son blandos, otros duros; unos más fríos y suaves… También, jugar al “escondite” por casa les permite enfrentarse a los miedos y les facilita conocer cada rincón, desde la diversión y la confianza. Jugar a “adivinanzas” cuando viajamos en coche, o al “veo, veo” les ayuda a desarrollar el pensamiento y la observación. Con tres, cuatro y cinco años ya descubren los puzles de pocas piezas (relacionando y asociando); los bloques para hacer torres y construcciones (jugando con el espacio y el equilibrio). El “juego simbólico” es protagonista en esta etapa, jugando a ser la mamá, el bebé, el papá, la peluquera, el bombero; imitando aquello que ven o poniendo en práctica lo que les explicamos… Jugar a ser otro y con otros les permite descubrir el juego social, donde repartirse roles e interactuar, ¡es la bomba!
Los juegos de mesa como el memory, el parchís, la oca, el tres en raya, el ajedrez, juegos de cartas como el de las familias, entre otros, les introducen en el entreno de otras capacidades como: saber esperar el turno; fijarse en lo que hacen los demás y no solo lo de uno mismo; respetar las normas del juego; gestionar la frustración (¡a todos nos gusta ganar!), la competitividad; trabajar la memoria, la concentración, el esfuerzo, la estrategia…
Los juegos deportivos también van cogiendo protagonismo: fútbol, baloncesto, balonmano rugby, waterpolo, vóley, jockey, tenis, entre muchos otros. Estos requieren conocer las normas del juego, los valores que comportan, saber que formas parte de un equipo y, también, entrenar las habilidades sociales, físicas y emocionales.
Del mismo modo, en la Naturaleza podemos jugar, desarrollando habilidades de orientación para llegar, mediante unas directrices, a un destino físico, en grupo o en solitario, escalando, nadando, corriendo o saltando.
Lo que tienen en común todos estos juegos es la satisfacción personal que aportan, junto a los propios aprendizajes que supone cada uno de ellos y el desarrollo de habilidades, que les servirán en la vida adulta.
Algunas veces, nos dicen: “me aburro”. ¡Fantástico! Una oportunidad valiosísima para desarrollar la imaginación, la creatividad y “jugar a…”. Papás y mamás, jugad con vuestros hijos e hijas, crearéis unos vínculos fuertísimos. Pero también tienen que aprender a jugar solos para favorecer la autonomía y la creatividad.
Por otra parte, los niños y niñas de todo el mundo, sin importar el país de origen, ni la lengua, ni la condición social, ni formativa, lo hacen porque es algo innato, natural y necesario para conocernos a nosotros mismos.
¡Nuestros hijos e hijas tienen que jugar cada día y mucho!: juego libre, juego dirigido, juego deportivo, juegos de mesa, juego con elementos naturales (troncos, piedras y hojas, quizá hagan un circuito o un barco), con elementos de reciclaje (es posible que con una caja hagan un casco de astronauta); con papeles de colores pueden practicar el arte del origami para, doblándolo, construir elementos diversos (trabajarán conceptos matemáticos importantísimos: mitad, vértice, un lado, doble, triángulo, rectángulo…). Estos son solo algunos ejemplos. Hay miles de artículos que hablan del juego y sus beneficios.
Y es, precisamente, con la papiroflexia con lo que acabaremos este escrito, invitándoos a jugar con vuestros hijos e hijas. No olvidéis seguir las consignas en el orden indicado.
¡A JUGAR!, para aprender, para divertirse, para desarrollar habilidades, competencias y capacidades, para relacionarse, para entender, para desconectar y para conectar con uno mismo.