La capacidad de decir “no” a los niños es una parte muy importante de la crianza, les ayuda a entender los límites y las normas. Decir “no” puede ser muy duro para algunos padres: temen la reacción de su hijo o les da pena negarles algún capricho o se sienten culpables, “total por lo poco que lo veo…”, o se creen que sus hijos no los van a querer tanto. Sin embargo, saber cuándo decir “no”, no significa ser malos padres, sino todo lo contrario; seguramente le estaremos haciendo un gran favor.
En ocasiones, nos olvidamos de que los adultos somos los que estamos al mando de la educación de los más pequeños y, sin quererlo, les responsabilizamos de decisiones que no les tocan.
La educación se basa en establecer límites que les permitan desarrollar habilidades emocionales, sociales y morales. De esta forma, también reconocerán sus propios límites y adquirirán un control que les ayudará a responsabilizarse de sus propios actos e impulsos.
Además, no va a servir de nada complacerles en todo, si el mundo que les rodea no va a estar dispuesto a darles todos esos caprichos. Los niños, adolescentes y adultos no entenderán por qué no pueden alcanzar todo lo que desean, si desde pequeños solo han experimentado la permisividad y el “sí”. Educar en el esfuerzo, la tolerancia y la capacidad de adaptarse desde una actitud positiva es básico.
Cuando los niños comprenden que sus propios padres y/o adultos pueden decir “no”, es menos probable que se convierta en un adulto al que le cueste hacer frente a la adversidad o a los problemas de forma inadecuada, con ansiedad y agresividad.
Conocer unas normas claras permite al niño enfrentarse al mundo con seguridad.
“Les estamos enseñando que hay que decir “no” para que ellos, también, puedan decir “no” en futuras situaciones”.